A la pregunta ¿Qué es Historia? surgen un sinfín de definiciones, manifestando unos principios comunes a todas, sostenidas desde el siglo XVIII, época de la Ilustración, y momento en el que la Historia, como tal, pasó a ser constituida como una ciencia humana.
En segundo lugar, la Historia supone ocuparse de hechos que se insertan en una línea temporal determinada. El tiempo es el medio en el que crece la sustancia de la historia, dado que es la percepción de los cambios lo que más ha ocupado a los historiadores.
Con todo, la Historia se refiere a hechos pasados, sobre los que no se puede establecer alguna prueba verificable que permita contrastar las afirmaciones del historiador, como sostiene G.Duby: Quod non est in actis, non est in mundo (de lo que no quedan pruebas no cabe hablar con rigor o propiedad)[1]. Esta imposibilidad es lo que plantea problemas al saber histórico, el de la objetividad.
Por
tanto, la Historia como tal, está en continua construcción, en el que se ha de
avanzar cada día, tomando como base los vestigios del pasado, acercándosenos
así a los acontecimientos, es decir la Historia externa, y a los hechos de
masa, lo que se denomina la Historia interna de la sociedad. Trabajo que depende de los investigadores, saber descartar los falsos hechos y vislumbrar la verdad.
[1] Moradiellos Enrique. El oficio del historiador. Madrid: Siglo XXI, 2005.
A partir de la siguiente
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